
El Maestro Zen volvió y lo encontró. "Has hecho un largo camino para visitarme", le dijo al extraño, "y no deberías regresar con las manos vacías. Por favor, toma mis ropas de regalo."
El ladrón estaba asombrado, pero tomó las ropas y escapó.
El Maestro se sentó desnudo, observando la luna
"Pobre hombre", murmuró. "Hubiera querido darle esta hermosa luna."
Comentarios
Publicar un comentario